La periódica revisión dominical

BUNKER LITERARIO

Thomas Bernhard y el hastío del sí julio 14, 2010

Filed under: Literatura holandesa — laperiodicarevisiondominical @ 7:25 am
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La enfermedad capital

 

Tengo mil dudas en relación con la historia-de-la-literatura; más de mil, de cada bolsillo me salen cientos con sólo aplicar la mente a recordar algún nombre propio o el de algún movimiento. Dudas acerca de su interés, su veracidad, su neutralidad. Dudas básicas acerca de su conveniencia o su utilidad. Más de mil dudas y un manojo de certezas con el que ando recorriendo los libros y la vida. Una de esas escasas certezas es la siguiente: después de Kafka y Beckett es muy embarazoso escribir sobre la alienación humana moderna sin recalar en el plagio bochornoso o el malditismo más barato y huero.

 

Es más: hasta hace muy poco lo consideraba poco menos que imposible, más precisamente hasta que me topé con , la claustrofóbica y corta novela del oriundo de los Países Bajos Thomas Bernhard.

 

Existe una tradición que comienza con los rusos y que apunta al corazón de la soledad existencial en los albores del mundo superpoblado. Memorias del subsuelo de Dostoievski y Memorias de un loco de Gogol pueden verse como las piedras fundamentales de ese tipo de crónica extraviada y lúcida que nos llega por la voz de un personaje border, empantanado en inminencias monstruosas, exiliado de la vida.

 

Porque vida, lo que llamamos vida, ha dejado hace tiempo de ser un concepto biológico para desplazarse hacia terrenos religiosos o políticos. En los albores de la modernidad puntualmente vida pasó a ser sinónimo de vida social, de éxito, de comunicación; la vida se transformó básicamente en una negociación con los otros para el logro de objetivos más o menos individuales. Hoy lo sabemos: las derivas perversas e inhumanas de esa idea regente han sido llevadas por Kafka y Beckett hasta el verdadero paroxismo. También sabemos el menudo problema que han dejado estos autores a los subsiguientes a la hora de siquiera sondear la cuestión del aislamiento o la enfermedad. De allí la dignidad de Bernhard en , la osadía de acometer un tema ya culminado con un estilo propio.

 

Hay que hacer una salvedad: los tiempos en verdad cambian, y con ellos las actitudes que se pueden adoptar ante un mismo asunto. El personaje de Sí no está tan rabioso ni resentido como los de las novelas rusas, tampoco tan atribulado con las oficinas y las amistades; el narrador de Sí, por cierto, tampoco se siente de ningún modo tan asustado y perplejo como Samsa, K o Molloy. Los personajes referidos parecen tener el encargo de abrir los ojos de la humanidad ante un fenómeno novedoso, mientras que el protagonista de Sí tiene asumida su enfermedad, como si la conociera desde antes de nacer. La acepta como un signo de sus tiempos y también como un fruto de sus decisiones, un rasgo de su personalidad, y eso lo hace un poco más cínico, cuando no más malvado.

 

Constantemente intentamos descubrir motivos ocultos y no avanzamos, sólo complicamos y trastornamos aún más lo que ya está suficientemente complicado y trastornado. Buscamos un culpable en nuestra estrella que, la mayoría de las veces, si somos sinceros, sólo podemos calificar de mala estrella. Cavilamos sobre lo que podríamos haber hecho de otra forma o mejor, y sobre lo que, posiblemente, no hubiéramos debido hacer, porque estamos condenados a ello, pero no conduce a nada

 

El protagonista sabe de su situación, sabe de ella y de la del mundo, conoce al hombre y sus tretas, es consciente de todos los dispositivos y aporías… la novela entera de Bernhard apunta a sindicar a esta sapiencia como la enfermedad radical.

 

 

Los obligados a existir

 

 

Escribe Bernhard: “Nos hemos resignado con el hecho de que, aunque la mayor parte del tiempo en contra de nuestra voluntad, tenemos que existir, porque no nos queda otro remedio y sólo porque una y otra vez, cada día y cada minuto nos resignamos de nuevo a ello, podemos continuar

 

Emmanuel Levinas, en una de sus primeras publicaciones – De la evasión – tuvo el rapto genial de señalar la siguiente cuestión frente a la causa existencialista: el enigma del hombre, su carga, no está en la posibilidad, en la apertura, en el poder-ser sino en el hecho de estar clavado a sí mismo. El hombre, ese conjunto de funciones al que llamamos “hombre”, está clavado a sí, lleno de sí, lleno de ser. Hay un hombre dentro de cada hombre, un sí mismo remachado a la piel por la faz interna. No se trata de ninguna falta sino más bien de un atiborramiento, estamos llenos de ser, de nuestro ser, y eso nos aburre, nos persigue, nos enferma. El único concepto real de la libertad parece girar en torno a un hecho simple: ante el aburrimiento, en cualquier sitio que estemos, nos podemos marchar. La libertad en este sentido es negativa. Podemos huir de aquello que nos fastidia, pero claro, la “excepción a la regla” en este caso se transforma en el fundamento de la regla: no podemos huir de nosotros, no podemos existir por lapsos, no podemos marcharnos de allí cuando nos aburrimos. No sin morir. No sin el abandono de los abandonos.

 

¿No será esa la enfermedad? ¿No será el exceso de ser propio, acompañado por la insoportable obligación de existir, la enfermedad humana? “Esos estados, ataques de enfermedad, empeoran lógicamente, los tenía ya desde hacía decenios, al principio de una forma apenas apreciable y aún débil, de modo que no valía la pena hablar de ellos, pero luego, al comenzar mis verdaderos estudios científicos y con la auténtica seriedad de mi trabajo científico-filosófico, se habían intensificado cada vez más, finalmente se manifestaron como síntomas de enfermedad de aparición aislada y luego, en fin de cuentas, como enfermedad y como enfermedad realmente grave” La enfermedad es ser, ser cada vez más uno mismo; consiste en ese ir acercándose a través de los años a la noción de existencia atenta, constante, inevitable, atiborrada de vigilia ontológica.

 

Despierto, siempre despierto: esa es la letanía del sí-mismo. Eso que vela por nosotros – y en nosotros, ahí está el tema – tiene los ojos siempre abiertos, siempre está sobrio, jamás abandona sus conexiones, sus similitudes, su inmunda capacidad de síntesis para entretejer la sospechosa identidad de las cosas.

 

Obligados a persistir. Todos los personajes de Sí están obligados a persistir. Sus vidas son heterogéneas pero confluentes en un punto esencial: no tienen esencia, a tal punto que siquiera son identificados en la narración con nombres propios o descripciones físicas exhaustivas. Únicamente apodos o referencias nacionalistas los distinguen, tal vez porque nada más puede hacerlo. Sus vidas se reducen a sus “oficios”, tienen apenas recuerdos y cosas en qué pensar, prácticamente ningún objetivo y más de una cruz sobre los hombros. Una cruz hecha de duración, hecha de la vigilia del yo vuelto sobre sí mismo.

 

 

La muerte como paradoja

 

Todo en todos los hombres no es otra cosa que apartamiento de la muerte” leemos en la novela. En esta afirmación se configura la paradoja: la obligación de existir – sofocante, tenaz, congénita – se manifiesta en un apartamiento de la muerte. El fin, el inevitable agotamiento de todas las posibilidades está siempre allí, y la vida consiste en apartarse de él. En otras palabras: la condena a la mismidad de la existencia es una condena involuntariamente voluntaria. Por eso, como dijo algún pensador brillante, el único problema filosófico de legítima relevancia es el suicidio.

 

El suicidio es el hipotético y siempre inminente punto de concurrencia entre el hastío de sí y la posibilidad efectiva de la muerte. Allí, en la posibilidad del suicidio, en el suicidio como posibilidad, chocan de frente la vida y la muerte, la persistencia del sí-mismo y la contingencia de la disolución en la nada. Allí, el balbuceo tenebroso en que se ha transformado la vida, el abandono de cualquier objeto o sentido, el temor irrespirable que el mundo exuda, hace eclosión, busca un final posterior a cualquier final, el final del final.

 

La novela de Bernhard da una vuelta de hoja más al asunto. En aparece el otro; la vida, en su callejón agónico, se aferra al viejo argumento dialógico, especular, busca en el otro – que está siempre más allá pero que puede irrumpir en ligazones o rechazos – la respuesta que el sí-mismo no se atreve a formularse y mucho menos a responderse. Hay un momento en que preguntarse “¿Qué hacer?” o “¿Cómo escapar?” es superfluo, imposible, hay un momento en que la pregunta definitiva se dibuja en la mente, tallada con trazos invisibles, y sólo es posible formularla al otro, a algún otro que es, de a ratos y por razones que apenas podríamos entender, el sí-mismo en crudo.

es un balbuceante y corrosivo registro de esa pregunta; es la respuesta más lacónica y cierta a ella.

 

 

Mome

 

 

27 Responses to “Thomas Bernhard y el hastío del sí”

  1. bardamu Says:

    ¿Bernhard oriundo de los Países Bajos? ¿Literatura holandesa?

  2. bardamu Says:

    Hay que leer algo más que las contratapas de los libros de Página12, muchachos. Aunque haya nacido en un territorio de los Países Bajos, pocos se animarían a decir que Bernhard no es un absoluto autor austríaco y menos todavía a categorizar su literatura como «holandesa» (el autor de esta nota parece ser uno de esos pocos, pero más por desconocimiento que por arriesgado, según parece).

    • mome Says:

      Gracias por el consejo de lo que hay que leer, Bardamu, pero el caso es que no me preocupé tanto por nacionalizar la literatura de Bernhard como por escribir, humildemente, lo que había leído en ella. Si te interesan los concursos acerca de quién-leyó-más buscate alguno que debe haber cientos. Perdón por haber pronunciado el lugar dónde nació un autor, no pensé que era tan grave. En todo caso, es como dice Borges: cada uno nace donde puede

  3. laperiodicarevisiondominical Says:

    Bueno, parece ser que aquel que le bajaba el pulgar a Ramón Falcón cambió la osamenta y anda ejerciendo (y gratis) de comisario literario.
    Será que la obra que nunca publicó (la que hasta presume de nunca haber publicado; la que aún siendo ficticia, aún siendo un chiste, a nadie da gracia) lo tiene un pelín frustrado y casi hostil, casi sarcástico. Lo fácil que es convertir la distancia inefable entre Celine y Beatriz Sarlo en dos paradas de bondi!
    La democracia de las opiniones, tan propia de internet, no vale en este espacio.
    No te tomes la molestia de seguir comentando. No te vamos a dar ni medio minuto de fama más, campeón.

  4. bardamu Says:

    Oh, aunque no lo publiques, tal vez lo leas, ya que respondiste con mucha determinación. Si hubiera sabido que me leías (se nota por lo todo lo que exponés en la respuesta) no hubiera hecho ningún comentario. ¿Qué importa si Bernhard es holandés o de Santiago del Estero, verdad? Es totalmente secundario. ¡Tengo cuatro lectores esporádicos en mi blog y acabo de perder uno! Espero que los otros tres me avisen a tiempo para no meter la pata, como es mi costumbre. Qué cosa. Uno se cava su propio silencio…

  5. Sin ánimo de polemizar (y casi sin ánimo de escribir) querría dejar constancia de que también me causa daño a la vista y al cerebro eso de llamar «literatura holandesa» a la escrita en alemán por el gran Thomas Bernhard. Las cosas como son, y aunque la complejidad sea inherente a nuestra idiotez fundamental, bien haríamos en respetar las, así llamadas, cosas simples, como la lengua en que se escriben los libros.

    Saludos de lector esporádico a veces perdido.

    vk

  6. laperiodicarevisiondominical Says:

    Bardamu, ahí ganaste un lector esporádico. Júntese el sábado en tu casa a leer Wikipedia (porque estimo que de ahí viene ambos.)
    Así su vista y su cerebro no sufren tanto por nuestras crueles faltas de información.

  7. Por lo menos podrían entonces quitarme de su zutique de sitios amigos, aquí en la columna de la derecha. Y se quedan descansados de tanta falsa amistad.

    Saludos, bardamu. Seguiré por aquí y por allí leyendo, en silencio.

  8. laperiodicarevisiondominical Says:

    Mirá que hemos tenido algunos comentarios lacerantes, o polémicos en serio. Comentarios que discuten algo sobre lo que se escribe, sobre lo que se dice en estas páginas, sobre alguna idea en torno a la literatura. Tan provechosos, muchas veces. Tan justos.
    Pero cuando entran a corregir comas con ánimo profesoril -y profesoril sin título- nos conmueven verdaderamente.

    No sé cómo pueden luego ir por ahí con el copete tan alto, usando palabras tan altisonantes, queriendo tratar temas tan profundos, preocupándose (esto es lo peor) por el estado de la cultura, cuando, a la primera de cambio, van y se centran en lo superficial, en lo fácil, en lo meramente anecdótico.

    Será que este tiempo de apariencias (en que una voz en internet parece ser sustancial sólo porque tiene la posibilidad de escribir) los ha fagocitado de una manera tan abrumadora que no pueden evitar unirse a la corriente.

    Será que en realidad lo único que quieren, para lo único para lo que tienen resto, es para creerse que uno puede forjarse status literario en base a injurias sospechosas, a andar por la vida con el microscopio stalinista bajo el brazo.

  9. En todo caso eso es lo que lleva usted en la maleta, no yo. Yo sólo pasé a decir que berhard no es literatura holandesa, y que kafka no es literatura checa. No me parece tan grave para que se lo tomen así, pero ya está. No hay problema. No es importante. No importa. Pero yo no me creo algo que empieza así: Bernhard, literatura holandesa. ¿Usted también ama los libros de bernhard? Me alegro. Con el microscopio pulmonar y escupiendo, si no le importa.

  10. laperiodicarevisiondominical Says:

    Que pases, como decís, tan solo para decir que Bernhard no es literatura holandesa y que Kafka no es literatura checa (tal como decís) no es importante, ni le importa en verdad a nadie.

    En cambio te respondería simplemente, -y sin ser el autor-: «El suicidio es el hipotético y siempre inminente punto de concurrencia entre el hastío de sí y la posibilidad efectiva de la muerte. Allí, en la posibilidad del suicidio, en el suicidio como posibilidad, chocan de frente la vida y la muerte, la persistencia del sí-mismo y la contingencia de la disolución en la nada. Allí, el balbuceo tenebroso en que se ha transformado la vida, el abandono de cualquier objeto o sentido, el temor irrespirable que el mundo exuda, hace eclosión, busca un final posterior a cualquier final, el final del final.»

    Porque eso sí, eso sí puede ser importante para quien no anda con la nariz hurgando en el culo de los demás.
    O sea: para alguien que lee y que no confunde la literatura con la dinámica de un talk-show.

  11. En cualquier caso Berhard ya cría malvas desde hace tiempo, ya no anda con la nariz hurgando en el culo de sus compatriotas, y ahora recuerdo que escribió algo sobre el hedor de los canales holandeses, Bernhard y su bicicleta, Bernhard atravesando fronteras de noche, Bernhard internacional, si le parece bien.

    Tiene usted razón, amigo.

    Saludos cordiales.

  12. Lo he comprobado y pido disculpas. Sí.

    Se podría con toda seriedad añadir que Thomas Bernhard forma parte de la llamada Literatura holandesa conventual y también de la Literatura marinera de amarras, si podemos creer al escritor de Un niño cuando, imaginando con toda propiedad, menciona el hedor general de su situación existencial y en particular da a entender que cierta mujer holandesa ha sido contratada para andar con la nariz hurgando en el culo de sus coetáneos compatriotas y, como él, marineros.

    Transcribo un fragmento de texto, para mayor disfrute de los que, muy a nuestro pesar, vivimos en tierra firme:

    La solución fue un barco pesquero que había en el puerto de Rotterdam, en el que la mujer del pescador cuidaba niños en hamacas bajo el puente; siete u ocho recién nacidos colgaban del puente de madera del pesquero y, cada vez, atendiendo a los deseos de las madres, que aparecían una o dos veces por semana, eran bajados y mostrados. Al parecer, yo lloraba lastimosamente cada vez y, mientras estuve en el pesquero, tuve la cara llena de forúnculos y desfigurada; allí, donde colgaban las hamacas, había un increíble hedor y un vaho impenetrable. (La traducción es de Miguel Sáenz)

    Luego el escritor oriundo de los Países Bajos Thomas Bernhard parece que pasó de ver el horizonte con barco pesquero de su primer año a un vivir en un sin vivir en un pequeño y modesto cesto que lo llevaría en inquietante zozobra a Viena. Pero eso ya es otro asunto y, además, parece ser que al escritor le gustaba ficcionar.

  13. No es de extrañar que Bernhard quedara hastiado de sí mismo y de su hastío de estar en sí mismo en la eterna hamaca y que, ya en su tierna infancia holandesa, fuera ese abismo de vaivén nauseabundo (y no la angustia de la altas montañas de su país de adopción) lo que marcara en él su vital voluntad suicida. Qué duda cabe que sus primeros deseos colgado del puente del barco fueron estrellarse en cubierta, y tal vez allí mismo decidió, en la medida de sus posibilidades, la que iba a ser su vocación: retrasar en lo posible el suicidio, usando los medios a su alcance: guturales en primera instancia, lo que, sin duda, al oírse larga y lastimosamente, las circunstancias lo encaminaron hacia los más variados instrumentos musicales y a la huída de sí mismo, por tierra.

  14. Fue por tanto en Holanda donde, retrasando el suicidio, se convirtió en escritor. Y ahora descansa en paz, como cualquier otro muerto.

    • Santiago Bosco Says:

      Uno es un pobre ignorante.
      Ni hablar de participar en esos concursos de «quién leyó más».
      Así que entré aquí para enriquecerme con las opiniones de gente que la tiene clara. Porque lo que leí ahí, esas citas del tal Bernhard me fascinaron, qué sé yo, será por ingenuidad literaria, pero me pareció una maravilla eso que leía entrecomillado.
      Y me vinieron ganas de leer esa novela. Y me la voy a comprar
      Y ni me di cuenta de que habían mencionado su lugar de nacimiento. A decir verdad, me cagué en ese dato y me chupa un huevo en qué literatura nacional se lo puede encajonar.
      Lo que sí me da en el quinto forro de las pelotas es este intercambio de sarcasmos culturosos y frívolos y toda esa mediocre mala onda de profesor amargado que exudan ciertos comentarios, que le pasan por el costado a una obra que parece tener una fuerza y profundidad poco común.
      La pequeñez se banca.
      Lo que no se banca es la pequeñez soberbia.

  15. Thomas Bernhard fue, por encima de todo, un gran humorista.

  16. Vero Says:

    Habiendo leído artículo y comentarios, me llama la atención que se persista en sostener un error evidente. Si pudieron corregir el título (el “hastío el sí” del miércoles es ahora, viernes, “hastío del sí”) no veo por qué no la nacionalidad. La nacionalidad no es algo “superficial” ni “anecdótico”, mucho menos en un autor como Bernhard. Ya que Kaplan habla del último tomo de la pentalogía autobiográfica, me permito citar el primero, El origen. Lo primerísimo del primero, el epígrafe, que es a la vez una cita:
    «Dos mil personas intentan todos los años, en el Land federal de Salzburgo, poner fin a su vida, y una décima parte de esos intentos de suicidio tienen desenlace fatal. Con ello, Salzburgo ostenta en Austria, a la que con Hungría y Suecia corresponde la tasa de suicidios más elevada, la marca nacional.
    Salzburger Nachrichten, 6 de mayo de 1975»
    Digan ustedes si, para un autor que escoge comenzar así su autobiografía, tiene importancia o no considerar la nacionalidad (y por favor, para eso dejen de lado la ardida vanidad, que nada tiene que hacer acá).
    Por lo demás, lo cierto es que la nota tiene otras carencias. Creo que la más flagrante es no referir a otras obras de Thomas Bernhard. Para tratar el tema del suicidio en Bernhard en obligada (sí, me disculparán la rigidez de la palabra: obligada) la referencia a una obra capital (y anterior a Sí) como Corrección. “La corrección es el suicidio”, se dice ahí. Ahí también se construye una casa, para la vida, como en Sí se construye para la muerte. A la construcción le sigue la demolición: la vida es corregida con la muerte por elección. Y acá aparece otro punto que me gustaría discutir: no me parece que sea el “hastío del sí” lo que decide a la Persa a suicidarse. Es angustia, desesperación, desesperanza. En el segundo tomo de su autobiografía, El sótano, cuenta Bernhard que un hermano del abuelo se suicidó dejando una nota donde aclaraba que lo hacía “porque no soportaba la infelicidad de los hombres”. Algo de eso, creo, encarnó en la Persa, en Roithamer.
    Un saludo para todos. De verdad me alegra que a otros les resulte interesante uno de los autores que más admiro.

    • laperiodicarevisiondominical Says:

      Se hubiese corregido la nacionalidad, seguramente. Pero no por mandato del ánimo de patotero de esquina que abre todo este meandro.

      Vero, te lo digo fácil. Si en verdad te incordia tanto la errata, escribís a la página y se cambia. Pero no venís acá a aborotar el avispero sólo porque existe la función de comentar. Esa no es la idea.

      Si ves la página, vas a encontrarte con esto que te digo. No desarrollaríamos un debate posterior a lo que se publica en los términos en los que este debate se inicia (hubo otros así.) Lo que se publica está para leerse, tal como leer para todos es una práctica silenciosa. Si no adoptamos la dinámica de tantos otros blogs en cuanto a estas cosas es porque así lo queremos.

      Quisiera creer que no hay algo más acá, pero no estamos para generar mala fariña. Quisiera creerlo ya que, la verdad, sin saber ni quién sos (no recuerdo que hayas comentado alguna otra vez), no sé cómo podés entrar así, denunciando como un sabueso un movimiento de editing. Si querés pasarte el día aquí fisgoneando para ver qué hacemos, nadie te lo prohibe. Pero no nos hagas formar parte de cómo ocupás tu tiempo libre. Además, en todo caso, la corrección que señalás se hizo el mismo miércoles por la noche, y no por una decisión del autor a posteriori.

      En verdad. Hablás de soberbia y entrás a un lugar en que no se te conoce para decir qué ha de hacerse y que no. Me parece bastante fuera de lugar.

      Te contesto hasta ahí.

      La segunda parte de tu mensaje no me ocupa porque no soy el autor del artículo. Me parece, en verdad, la más interesante.

  17. bernhard Says:

    Se nota la enorme diferencia entre quienes leyeron la obra de Bernhard y aquellos que lo unico que leyeron fue las solapas de los libros como se dice en un comentario. Es bastante lógico que los que leyeron sólo solapas se enojen de su propio desconocimiento. Comentaristas tan buenos son demasiado lujo para este lugar.

    • laperiodicarevisiondominical Says:

      Viendo adonde enlaza tu nickname, verdaderamente, no nos merecemos el lujo de un comentarista tan bueno como vos. Por suerte, lo que se escribe en LP no es producto de invisibles apodos sin rostro.

  18. Augusto Says:

    Torres García decía, o le han hecho decir, que «la prolijidad es enemiga del arte». La supuesta erudición: ¿no lo será también un poco?

  19. Augusto Says:

    Ahora que lo pienso, los austríacos son un desastre. De cada 100 que intentan matarse a 90 les sale mal…
    Ya sé, los 90 son los que leyeron solamente las solapas.

  20. laperiodicarevisiondominical Says:

    El clásico rinconero-corroborador. Lo que se dice un panelista. También anónimo.

    • Mome Says:

      Buenas gente, escribo este comentario un poco para aclarar toda esta serie de intercambios porque de verdad creo que hay una serie de penosos malentendidos en toda esta «discusión». Mi respuesta inicial se debió al tono sobrador del comentario de bardamu; sinceramente creo que tengo ya varios años, los suficientes libros leídos y demasiadas calles caminadas como para que alguien me venga a aconsejar en un tono tan irónico (o algo así). Pero ya en ese punto hay un enredo, porque en mi escrito únicamente hice referencia al lugar de nacimiento físico de un escritor y en ningún momento me referí a ninguna «literatura holandesa» ni nada por el estilo (estoy de acuerdo con vos Vero, la nacionalidad literaria de un escritor no es poca cosa, salvo que yo en ningún momento de mi artículo pretendí referirme a esa nacionalidad). Por eso mismo me pareció exagerado el tono del comentario y ya, sobre todo por ese guiño tan argento de la mueca petulante sobre una tontería. Después se enmarañaron las cosas y termina siendo una especie de fundamentalismo en el cual la figura de Bernhard queda protegida por un conjunto de apóstoles que dicen cómo y en qué condiciones y a partir de cuántos libros del autor leídos se pueden escribir unas palabras sobre él. Honestamente, no lo entiendo, no es esa mi visi+on de la literatura aunque respeto que sea la suya. Les comento: sí leí más libros de Bernhard, los que conseguí en los compactos de anagrama (tengo esa edición, no la de Página 12, aunque el comentario debe ser el mismo, supongo), y debería escanearlos para continuar con las medidas probatorias de este proceso y que me creyeran pero la verdad no tengo ganas. Lo que ocurre es que se me antojó escribir sobre este en particular, más que nada para cruzarlo con cosas de Levinas que estaba leyendo por esos días. La verdad, no puedo entender donde está el pecado para que se me acuse de desconocimiento o cosas así; simplemente crucé dos ideas para ver si encastraban y ya ¿no pueden verlo? ¿de verdad no pueden verlo?. Por lo demás, ignoro cuál son sus respectivas visiones de la literatura y de los medios de comunicación masivos. Evidentemente no es la mía, pero eso no sería un problema sino fuera porque a veces se incurre en agravios viles. «este lugar» del que habla «Bernhard» es un lugar para el que se pone mucho tiempo, esfuerzo, pasión y libertad y que se ha ido ganando con los años un público que, creo, sabe disfrutarnos y criticarnos cuando la cosa es seria. Hemos laburado muchísimo en entrevistas, traducciones y aportes propios como para que bastardeen eso. Bernhard, sinceramente lo tuyo no tiene razón de ser y por tanto tampoco comentario alguno: ponés las cosas en un nivel de discusió en verdad demasiado bajo con tus escaramuzas de «yo-me-leí-todo-bernhard-y-decido-quien-sabe-y-quien-no». Seguramente no leí tantos libros de Bernhard como vos, y ciertamente no me interesa porque hay miles de autores además, y por cierto mucho mejores. pero eso no implica que vos tengas el atrevimiento de reconvenirme por eso a partir de tu dogmatismo sobre un escritor. Cualquier forma de fanatismo me parece sospechosa. No es que me enoje, vamos a entendernos, más bien me da pena.
      Resumiendo: todo bien con los comentarios pero en verdad deberíamos entender que siempre los banqueros, los curas o el último concejal está más lejos de nosotros que nosotros mismos. Guarden sus fuerzas y su pretendido sarcamo (en algunos de los comentarios, no en todos, lo aclaro) para cosas más importantes chicos. Salud

  21. laperiodicarevisiondominical Says:

    A todos,

    Debido a un último comentario bastante agresivo y a la sencilla razón de que no creermos en estas formas del «debate,» se habilitó la moderación de comentarios. Levantar la voz para advertir dónde se está pisando el palito está lejos de ser una opinión que pueda prestarse a réplica. Cuando este ánimo se haya atemperado, esa moderación se quitará.

    Mucho menos creemos en ello si se sostiene con figuras llanas, tan reconocibles, como la tan celebrada acá: la de leer solapas de libros. Acaso muchos se avergüencen de esos mismos berretines culturales y en vez de ser autocriticos consigo mismos, salgan al galope a endilgárselo a quien en verdad no anda perdiendo el tiempo en este campeonato de la lectura.

    Insistimos en que hay muchos otros espacios en donde la extraña acepción de la opinión pública que dominan los comentaristas en cuestión pueda ser evacuada eficazmente. Para hablar, entiendo, hay que decir desde qué lugar uno está hablando.

    En algunos casos, se pudo ver desde donde hablaban. Creo que llenar una página de blog con links super-actuales y hacer comentarios de color a su alrededor para esperar luego la aprobación del lobby de comentaristas, no es escribir; es tan solo formar parte de ese chusmerío berreta que parece ser la marca de Internet.

    Que esa modalidad sea la más extendida no quiere decir que sea la única y que deba funcionar allí adonde vayan. Quizás algunos lo sepan y para no aceptar su propia mediocridad, necesiten un mundo de otros mediocres que vengan a legitimar su postura. Pero no piensen en nosotros para eso. Hay muchos seguramente que lo harían gustosos en nuestro lugar.

    Pero más que todo, por otro lado, y usando otro término que se cuestionaba: un comentario surgido de la nada no puede ser más que anecdótico si proviene desde el anonimato más triste y cobarde. Espero que la salud les acompañe y que, no todos, pero sí unos cuantos, vuelvan a imbuirse en esa misma nada resentida de la que han salido.

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