La periódica revisión dominical

BUNKER LITERARIO

Andrés Calamaro: Cordillera Izquierda diciembre 11, 2009

Filed under: música — laperiodicarevisiondominical @ 3:12 am
Tags: , , ,

Hace algún tiempo, cuando Calamaro estaba alejado de los escenarios, cuando colgaba sus canciones en Internet, cuando se especulaba, con esa moralidad mundana que insiste en no dejarnos tranquilos, sobre su estado de salud, empecé a escucharlo. Ciertas letras, ciertos ritmos, encontraron un espacio. Pero, y centrándome en lo que pasó el 5 de Diciembre en Santiago, hubo algo que marcó particularmente mi relación con su música que se volvió a dar en su reciente concierto. Me refiero a la idea de música como un lugar donde confluyen muchos ritmos, texturas y variaciones, acordes que preceden y anteceden siempre a otro. Cierta temporalidad que sacude el tiempo de una canción, y se sumerge en la profundidad de los sonidos; la actitud de hacer patente la materialidad. Ése, creo, es el Calamaro que más me interesa. El que, sin prejuicios, se apodera del legado popular y lo canta con vigencia. Un músico que no conoce de jerarquías académicas, sino que explora, con la libertad del que busca lo urgente, ritmos que convivan y narren una parte de nuestra historia.


Hace un tiempo, cuando tuvimos espacio para conversar con él, nos confesó que “La música popular y las artes académicas están condenadas a una convivencia alegre y enriquecedora, de ninguna manera quisiera perderme la tradición, el ritmo y el sentimiento, de los géneros y subgéneros populares americanos.”


Y algo de eso se pudo escuchar ese sábado 5 de Diciembre. Empezar con Jumpin´Jack Flash y enlazarla con El Salmón, para más adelante cantar Salud, dinero y Amor al ritmo de Walk of life de Dire Straits, es tal vez un juego que muchos otros músicos hacen –recuerdo un par- pero cuando escuchas parte de la obra de Calamaro, entiendes que el gesto de deliberado tiene poco. Más bien se centra con esa actitud de deconstruir y volver a armar que tiene el músico argentino, y, por sobre todo, con una especie de agradecimiento que Calamaro le rinde a los orígenes de la música que toca.


Sus referencias no quedan sólo ahí. Desde que incorporó los tangos a su repertorio, siempre se encarga de que aparezcan y luzcan en sus recitales. En esta ocasión tocó Los Mareados, Naranjo en flor y Soledad. Un poco más adelante, volvió al tango y tocó un pedazo de Volver. Lejos de querer imitar a los viejos cantantes, Calamaro les entrega un toque y tono personal, con un desparpajo hacia la forma, y siempre resaltando la actitud antes que la técnica.


De otra sonoridad, relucen las menciones a Bob Marley y James Brown. Y aparece lo latinoamericano con alusiones concretas y directas a Víctor Jara, Violeta Parra y Mercedes Sosa. No obstante, habría que profundizar un poco en lo del cantante chileno. El concierto de Calamaro –y así nos lo confesó días antes por mail- tenía un sentido especial: tocaba el mismo día en que se realizaba el funeral de Víctor Jara. Recuerdos de otro Santiago, de uno más sangriento y amargo, aparecieron en escena, y apoderándose de una simbología a la que Calamaro le tiene particular agrado, cantó versos de Te recuerdo Amanda como si así formara parte del mismo cantar.


Siempre haciendo épica de sí mismo, el músico argentino dispone las partes materiales de lo que son sus propias canciones. Rastrear influencias es posible, no con el ánimo de determinar de dónde vienen, necesariamente, sino con la disposición de comprender que la música se hace de fragmentos, de acordes que vienen de otros y que están en potencia de transformarse. Podrían enumerarse muchas contradicciones, sin embargo, no lo haremos. Hay una sombra que cada uno debe y sabe cuidar.


El Andrés Calamaro que estuvo sobre el escenario el día sábado no tiene mucha relación con ese temeroso músico que subió al escenario del Cosquín Rock el 2005. Se mueve y habla más, sale del piano –que no tocó- y se calza la guitarra con decisión. Se da espacio para cantar canciones como El Perro -desatendiendo el pedido popular que siempre tiende a las más conocidas. Aún está por verse ese concierto –y sí, estamos especulando- donde toque, por poner un ejemplo, gran parte de El Salmón. En esas letras, y en esos registros, está el Calamaro que tal vez más me agrada. Las grabaciones caseras, los mensajes políticos, la poca rigurosidad técnica, la sensación de estar verdaderamente haciendo algo contra la corriente. En tiempos donde pocas canciones acceden a la zona que duele, escuchar en ese disco Un poco de diente con diente, puede ser una buena clave para entender el compromiso de cierto arte.


Así como este texto nunca pretendió ser una crónica del

concierto –al modo en que dicen deben escribirse las crónicas-, las sensaciones y peligros de una música que no aspira a ser otra cosa que canciones para tiempos de amor, tiene poca validez. Las partes del show que más me gustan son esas donde se nos intenta mostrar que las canciones no son una obra de originalidad, sino que tienen trazos de otras.


Siempre hay una muestra indolora, pero también una versión urgente donde el cantante –y se nota- devela su deseo. Pretender que la canción no esconda el lugar que ocupa en la historia. Exhibir la superficie, no con ambición, sino con la consciencia de que lo importante es la canción y los paisajes e imágenes que recorre. No sé si siempre lo logra, no sé si siempre se defiende el lugar. Pero hay infiernos mejores que recuerdan canciones de otros infiernos. Hacer presente dónde estamos. No olvidar. No olvidar a aquellos que cantaron antes.


R.S